La Efímera Danza de la Vida: La impermanencia




En el tejido mismo de la vida, danzan la incertidumbre y la mutación, tejiendo una trama en constante transformación.


Todo se erige como pasajero, con un reluciente capítulo que se desvanecerá, un reloj que hace tic-tac en la penumbra de la ignorancia.


Lo sabemos, pero preferimos cerrar los ojos ante esta realidad. Nuestro cuerpo, la unión con nuestros seres amados, el lazo con padres e hijos, el empleo que abraza nuestra rutina, el dinero que fluye como un arroyo, el coche que nos lleva hacia horizontes nuevos, el hogar que es testigo de nuestros suspiros... todo fluye en una danza etérea.


 Lo sostuvimos ayer, ¿pero qué nos asegura que estará en el alba del mañana? Aun así, atrapados en el hechizo de nuestra ingenuidad, tejemos la ilusión de la permanencia.


Y de pronto, en un fugaz destello, contemplamos la huella de arrugas en nuestra piel, el adiós silente de una pareja que sigue su camino, el nido ahora vacío donde antes resonaban risas infantiles, la despedida de un trabajo que parecía inmutable, el coche que yace en desguace, el fin inevitable de la existencia propia o ajena. 


En ese instante de lucidez, se destapa el velo de nuestra negligencia, el destierro de la valoración y gratitud que no supimos brindar. Lo que fue, hoy se convierte en el eco de lamentos estériles, murmullos que no tienen el poder de revivir lo que ya se desvaneció.


Abracemos la riqueza del presente con la intensidad de un abrazo apretado. Cautivemos cada detalle que nos rodea con ojos de asombro. 


En lugar de fustigarnos con quejas, hagamos de cada instante una obra maestra de disfrute, de valoración, de agradecimiento.


Cada latido del tiempo es un tesoro efímero. En vez de dilapidar su valiosa esencia en el eco de lamentos, abracemos su fugacidad y dejémonos guiar por la cadencia única de esta danza llamada vida.


(Montse Valera, autora de "Serena Tu Mente")


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