Entre las ramas de un naranjo florecido,
quedé atrapada en pleno vuelo.
Prisionera, gemí desconsolada, lastimada,
entre barrotes ilusorios mi trino desvaído.
En soledad, elevé la vista a los cielos
anhelando encontrar al compañero,
que, ajeno al dolor que me afligía,
guiaba su libertad a otros vuelos.
Dañada por espinas de mil miedos,
plegué las alas de mis sueños
¡Me quedé quieta, recogida, en silencio!
Y en la noche, despacio, muy despacio,
fui lamiendo las heridas
que, sangrantes, goteaban sus apegos.
Al alba,
desplegué reconfortada mis alas al viento,
redimidas del peso de su ego,
perfumadas de azahar y de rocío
con gotas de Amor y sin recelos.
Alcé libre y feliz mi propio vuelo,
guiada por la luz del Nuevo Encuentro
con otras formas, por otro cielo.
(Sacado de la página de Emilio Carrillo)
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