Tus Recuerdos, ¿Les dejas Ser o manipulas las variables que en ellos hay?




La mente humana es un laberinto de recuerdos, un vasto paisaje donde se entrelazan experiencias, emociones y sensaciones. 


Sin embargo, con frecuencia nos perdemos en la oscuridad de lo que nos ha dolido, lo que nos ha incomodado, lo que nos ha molestado. 


Nos aferramos a esos momentos como si fueran las únicas verdades de nuestra existencia, olvidando que también hemos experimentado la dulzura, la alegría, la plenitud.


Es como si estuviéramos programados para darle más peso a lo negativo, dejando que las luces más brillantes de nuestra vida se desvanezcan en la penumbra de la memoria. 


Pero ¿qué pasaría si empezáramos a mirar más allá de esa tendencia automática? ¿Y si permitiéramos que todas nuestras experiencias, tanto las sombrías como las luminosas, ocupen su lugar en el escenario de nuestra mente?


Cuando nos sumergimos en el río de la memoria, debemos permitir que fluyan todas las corrientes: los momentos de felicidad, de amor, de paz, pero también aquellos de dolor, de tristeza, de desafío. 


No se trata de ignorar lo negativo, sino de equilibrar nuestra percepción, de abrirnos a la totalidad de la experiencia humana.


Así, al mirar hacia atrás, dejemos que cada recuerdo emerja en toda su complejidad. No pongamos límites a lo que fue, ni desestimemos lo que nos hizo crecer. 


Dejemos que la infinitud de lo vivido se manifieste en toda su riqueza y diversidad.


Prestemos atención y observemos con claridad el juego de nuestra mente. Reconozcamos que somos capaces de elegir qué recuerdos alimentar, qué historias contar. 


En nuestras manos está la capacidad de tejer el tapiz de nuestra propia vida, reconociendo tanto la sombra como la luz que la habita. En esa elección consciente radica la verdadera libertad del espíritu humano.




Montse V.

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